SALUD MENSTRUAL,
NO SOLO CUESTIÓN DE SALUD
LA SALUD MENSTRUAL ES UN DERECHO HUMANO
La salud menstrual se refiere a un estado de completo bienestar físico, mental y social y no simplemente a la ausencia de enfermedades o dolencias, en relación con el ciclo menstrual.
La salud menstrual es un derecho humano, decisivo para el proyecto vital de la mitad de la humanidad. Lograr la salud menstrual implica que las mujeres, las niñas y todas las personas que experimentan el ciclo menstrual a lo largo de su vida puedan:
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Tener acceso a información oportuna y adecuada para su edad y contexto.
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Cuidar sus cuerpos durante la menstruación -autocuidado, higiene, comodidad, privacidad y seguridad.
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Tener acceso a un diagnóstico, tratamiento y atención oportunos para las molestias y las afecciones relacionadas con el ciclo menstrual.
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Experimentar un entorno positivo y respetuoso en relación con el ciclo menstrual, libre de estigma.
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Poder decidir si quieren participar y cómo hacerlo en todas las esferas de la vida, libres de exclusión, restricción, discriminación, coerción y violencias relacionadas con la menstruación.
LA POBREZA MENSTRUAL RESTA OPORTUNIDADES A MUJERES Y NIÑAS
La diferencia de uso de productos menstruales entre las poblaciones más ricas y más pobres supera el 50 %.
La pobreza menstrual describe la lucha que enfrentan muchas niñas, mujeres y personas que experimentan el ciclo menstrual por no poder pagar productos menstruales o acceder a ellos, o no contar con instalaciones de saneamiento e higiene seguras, ni la educación o los conocimientos necesarios para gestionar su salud menstrual.
El 10 % de las niñas y mujeres que tienen ciclos menstruales y residen en zonas rurales lo hacen sin acceso a ningún producto menstrual. Según datos de la Organización Mundial de la Salud y UNICEF, 1 de cada 5 adolescentes y mujeres en las zonas rurales de Etiopía no utiliza ningún producto menstrual. Al igual que en muchas otras partes del mundo, se recurre a hojas, trapos, periódicos u otros elementos improvisados a modo de compresas siendo vulnerado su derecho a la salud, con un alto riesgo de sufrir infecciones, además de generar una sensación de vergüenza y malestar.
Los contextos sociales, políticos, económicos, ambientales y culturales pueden provocar que la menstruación empeore la calidad de vida de niñas, mujeres y otras personas que experimentan un ciclo menstrual, vulnerando su dignidad.
LOS MITOS EN TORNO A LA MENSTRUACIÓN PERPETÚAN LA POBREZA
La menstruación ha sido históricamente objeto de connotaciones negativas y tabúes en muchas culturas.
¿Qué niña o mujer no ha utilizado alguna vez algún eufemismo para referenciar la menstruación? “me ha venido el pintor”, “estoy en esos días”, “cosas de chicas”o “me ha visitado mi prima”. La menstruación ha sido y sigue siendo un tabú en muchas culturas del mundo, y esto se refleja en la lengua.
En algunos países, las niñas y mujeres que tienen la menstruación son consideradas impuras o intocables, lo que restringe su libertad de movimiento y acceso a determinados espacios. Persisten mitos como el que señala que si las niñas y mujeres que están menstruando tocan ciertos alimentos, éstos se pudrirán. Tampoco pueden entrar en lugares de culto y deben permanecer aisladas. En Tanzania, a muchas niñas se les prohíbe participar en eventos sociales y visitar a miembros de la familia durante la menstruación. El estigma relacionado con la menstruación es generalizado y las adolescentes a menudo se sienten avergonzadas o incapaces de hablar abiertamente sobre el tema.
Las normas socioculturales, el estigma, los prejuicios y los tabúes sobre la menstruación afectan al acceso de niñas, mujeres y todas las demás personas que experimentan el ciclo menstrual a oportunidades educativas, sociales, culturales y laborales.
LA SALUD MENSTRUAL ES PARTE INTEGRAL DE OTROS DERECHOS BÁSICOS
La salud menstrual es fundamental para alcanzar múltiples Objetivos de Desarrollo Sostenible y cumplir con los derechos humanos básicos.
La salud menstrual va más allá de la gestión menstrual; es una cuestión de salud global, estrechamente relacionada con el bienestar, la igualdad de género, la educación y el empoderamiento.
La vergüenza, el estigma, el miedo o la ansiedad, son conceptos con los que las niñas y las adolescentes asocian a menudo la menstruación. El estigma que a menudo acompaña a la menstruación como algo que debe ocultarse, suele ser causa de que niñas y mujeres no pidan información acerca de su ciclo hormonal, no accedan a los servicios de salud sexual y reproductiva, o no comprendan el uso de los productos menstruales.
El miedo a las burlas, la falta de agua y de lugares para cambiarse de una forma higiénica, los dolores y molestias que sufren o el hecho de no poder acceder a productos menstruales hacen que niñas y mujeres opten por quedarse en casa cuando menstrúan. La imagen estereotipada de la mujer que tiene la menstruación como una persona poco fiable e incapaz de tomar decisiones, puede traducirse también en ingresos inferiores y menos responsabilidades, oportunidades y promociones en el trabajo.
LA SALUD MENSTRUAL TIENE EFECTO EN LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN
De media en todo el mundo una niña falta de 1 a 4 días a la escuela cada mes por padecer una menstruación dolorosa.
Las actitudes culturales hacia la menstruación tienen un impacto significativo en el acceso a la educación de las niñas y mujeres. En algunas regiones de África Subsahariana, donde las creencias supersticiosas y los tabúes menstruales siguen arraigados, las niñas y adolescentes a menudo se ven obligadas a faltar a la escuela durante el periodo menstrual.
Cada día, miles de niñas y adolescentes dejan de ir a la escuela también por la falta de acceso a información, a productos de higiene menstrual e instalaciones adecuadas para la gestión menstrual en las escuelas. Como consecuencia, se dan altas tasas de repetición y abandono escolar entre las niñas en comparación con los niños, especialmente a partir de los 13 años.
En Tanzania, el 16,8% de las niñas y adolescentes faltan a la escuela durante la menstruación y, entre quienes asisten, muchas no participan en las actividades escolares al no sentirse cómodas. Solo el 14% de las escuelas primarias cuentan con espacios donde las chicas puedan cambiarse. Esto perjudica su rendimiento académico, su malestar emocional, aumentan las posibilidades de abandono escolar y la brecha educativa de género. Además, frena su futuro laboral.
SIN CONOCIMIENTO NO ES POSIBLE EL CUIDADO DE LA SALUD MENSTRUAL
Millones de personas que experimentan el ciclo menstrual en todo el mundo no están preparadas antes de tener su primera menstruación.
En algunos países, se cree que la primera menstruación o menarquía es indicio de que las niñas están listas para el matrimonio o la actividad sexual, aunque pueda ocurrir con solo 10 u 11 años. Esto las hace vulnerables a una multitud de abusos, incluidos el matrimonio infantil y la violencia sexual.
La mayoría de las niñas en muchos países no cuentan con educación en salud e higiene menstrual o tienen conceptos erróneos sobre el ciclo menstrual, estando desinformadas cuando llega la menarquia. Esto produce en muchos casos miedo y ansiedad. Al llegar a la pubertad, las niñas aprenden que su menstruación es un asunto privado del que no se puede hablar en público. Las principales fuentes de información son las madres u otras parientes y pares mujeres. Sin embargo, la información que brindan no siempre es oportuna ni adecuada. Sólo algunas niñas, niños y adolescentes tienen acceso a información, como los medios de comunicación e Internet, que la mayoría de las veces tampoco son fuentes fiables de información.
Lograr la salud menstrual implica que las niñas, mujeres y todas aquellas personas que experimentan el ciclo menstrual puedan acceder a información, en el momento adecuado y adaptado para cada edad, sobre el ciclo menstrual, menstruación y cambios experimentados a lo largo de la vida, así como prácticas de autocuidado e higiene menstrual.
SE NECESITAN PEDAGOGÍAS PARTICIPATIVAS SOBRE SALUD MENSTRUAL
Tan solo 2 de cada 5 escuelas a nivel mundial imparten educación sobre salud menstrual.
La evidencia muestra que la educación menstrual que reciben las niñas y adolescentes en las escuelas por lo regular no es apropiada para cada etapa vital; se centra exclusivamente en el aspecto biológico y reproductivo; no se sustenta en conocimientos basados en evidencia científica; no se centra en las experiencias reales de las niñas y mujeres; aborda una única forma de comprender el ciclo menstrual que no responde a la diversidad de necesidades y contextos; y no involucra a los niños y hombres en el proceso educativo y la transformación de las narrativas menstruales.
En las escuelas del África Subsahariana, muchas niñas y adolescentes no tienen o no saben a quién acudir para resolver sus dudas sobre su ciclo menstrual y son discriminadas mediante burlas y acoso por situaciones relacionadas con la menstruación. En muchas escuelas no hay instalaciones apropiadas para la gestión menstrual. La falta de mantenimiento de los baños que no cuentan con agua potable, jabón, papel, retretes funcionales o privacidad dificultan la gestión menstrual y representan un riesgo para la salud de las niñas y adolescentes.
Cuando las escuelas no son accesibles ni están adaptadas a las necesidades menstruales de las alumnas, su derecho a la educación se ve vulnerado.
LA SALUD MENSTRUAL NO SOLO CONCIERNE A LAS MUJERES
Para muchas estudiantes, las y los maestros son una de sus principales fuentes de información sobre la salud e higiene menstrual.
Es de vital importancia educar sobre salud menstrual a las personas que no experimentan un ciclo menstrual, al fin y al cabo, si la mitad de las personas en el mundo, tienen la misma vivencia ¿no sería bueno que la otra mitad del mundo supiera de qué se trata la salud menstrual, para así, disminuir la brecha existente?
En Etiopía el 30% de las niñas de primaria y secundaria que tienen la menstruación acceden a la información sobre salud e higiene menstrual a través de su profesor o profesora, mientras que más de la mitad afirma no contar con ninguna fuente de información. El 15% acceden a información a través de sus madres y el 11% a través de personal sanitario.
El personal docente desempeña un papel crucial a la hora de proporcionar información precisa y crear un entorno de apoyo para las niñas y adolescentes. Sin embargo, no hay estadísticas ni datos nacionales sobre la calidad de la educación que se imparte ni sobre el número de docentes con formación en salud e higiene menstrual.
EL ACCESO A SERVICIOS, INFRAESTRUCTURA E INSUMOS ES CLAVE
Para que la educación sea de calidad, esté adaptada a las necesidades de aprendizaje y sea accesible, debe incluir la Salud Menstrual en los programas educativos.
La falta de un lugar seguro o de capacidad para la gestión menstrual, así como la falta de tratamientos para atender el dolor relacionado con la menstruación, contribuyen a que las niñas y adolescentes falten a la escuela y bajen su rendimiento escolar. Para evitar la deserción escolar es necesario asegurar el acceso y el uso de productos menstruales eficaces y asequibles pero también el acceso a espacios y servicios, como el agua y servicios de saneamiento e higiene, para la limpieza de cuerpo y manos, el cambio de productos menstruales, y la limpieza o depósito de los productos utilizados.
Menos de 1 de cada 3 escuelas en el mundo tiene contenedores para depositar los desechos menstruales. Esta cifra se reduce a 1 de cada 5 escuelas en los países menos desarrollados, y a solo 1 de cada 10 escuelas en el África Subsahariana, donde solo 1 de cada 8 escuelas proporciona productos de higiene menstrual (gratuitamente o en venta). Pero estos productos no siempre están disponibles o muchas niñas no pueden permitírselos. En Etiopía, 1 de cada 3 estudiantes que menstrúan esperan a llegar a casa para cambiarse.